“Dios ha vuelto a sorprenderme”, Manuel Guillén nuevo vicario de la Suburbana I

Manuel Guillén, párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Alcantarilla, ha tomado esta mañana posesión de su cargo como vicario de la zona pastoral Suburbana I de Murcia, sustituyendo en el cargo al sacerdote Fernando Valera. Una responsabilidad que le encarga el Obispo de Cartagena que –según él– recibió con asombro: “No lo esperaba en absoluto. Nuestro Señor, como dice el Papa Francisco, es el Dios de la sorpresa y, de nuevo, ha vuelto a sorprenderme”.

Manuel Guillén tiene 41 años y es natural de Benferri (Alicante). En 2001 se trasladó a Murcia para entrar en el Seminario Mayor San Fulgencio y, cinco años después, se ordenó sacerdote en esta Diócesis. En estos trece años de ministerio sacerdotal ha sido párroco de Nuestra Señora del Rosario de Barinas (Abanilla), La Purísima de Fortuna y, desde 2016, de Nuestra Señora de la Asunción de Alcantarilla. Ese mismo año también se hizo cargo del Arciprestazgo de Alcantarilla.

De estos últimos tres años destaca, sobretodo, su trabajo junto a Fernando Valera, a quien sustituye al frente de la Suburbana I. “Han sido tres años ayudándole y aprendiendo mucho con él. Tengo que dar gracias a Dios por su servicio, su ministerio y la labor que ha desarrollado en esta Vicaría. También le agradezco su esfuerzo y cercanía porque ha sido como un padre para todos nosotros, sacerdotes y laicos”.

Para Manuel, este nombramiento supone “más servicio, entrega y, si cabe, más fidelidad a Dios y a su Iglesia”. Sin embargo, esto no le inquieta porque, en su opinión, “lo que realmente da la felicidad es ser fiel a la voluntad de nuestro Señor y realizar cada tarea que nos encargue lo mejor posible”. Por eso, Manuel entiende que esta nueva responsabilidad supone “otro ‘sí’ al Señor. Dios, a través de nuestro pastor, don José Manuel, me ha encomendado una nueva tarea para servir, amar y dar la vida por nuestra Iglesia diocesana representándole a él y a su Obispo auxiliar en la zona pastoral que me encarga”.

Para afrontar esta responsabilidad, el nuevo vicario tiene claro que necesitará de “la ayuda de Dios. El Señor siempre nos sorprende y donde pide una responsabilidad siempre aporta, después, una gracia para poder desempeñarla. Por eso le pido que me dé fortaleza para ser comunión y poder realizar la tarea que él mismo me encomienda, poniéndome en sus manos para hacer que brille siempre su gloria y encomendándome a Él para buscar siempre el bien de su Iglesia”.

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